RE-ADAPTING (IN) FASHION

El Artículo.

La tendencia y el consumo en la era digital.

texto Vaiva Norkūnaitė

Hoy nos informamos e involucramos en todo lo relacionado con la moda de manera muy diferente a como lo hacíamos tan sólo hace unos años. Del papel al formato digital, del acceso limitado al acceso masivo. La forma en que los iconos y mensajeros de la moda retransmiten su estilo y la frecuencia con la que lo hacen ha cambiado. La capacidad de difundir y acercarse a la moda ya no es algo exclusivo. Incluso los desfiles de las grandes semanas de la moda están a tan solo unos clicks de distancia, disponibles para todo aquel que quiera disfrutarlos desde la comodidad del sofá.

La moda, por definición, es un fenómeno temporal con distintos ciclos de vida: introducción, adopción, crecimiento, maduración y eventual declive. La velocidad en que nos llega su información puede dictar qué tan rápido se acepta algo nuevo y cómo no percibirlo como demasiado innovador o drástico.

La moda, después de todo, es el reflejo del espíritu de la época y representa un gusto colectivo.

Durante décadas, la fuente principal desde la que acceder a la moda fueron las revistas. Tendencias y cambios llegaban de la mano y a la velocidad del nuevo número publicado. Con la llegada de la tecnología de medios convergentes, la cultura participativa y las nuevas presiones comerciales; la moda comienza a experimentarse de una manera más rápida y multidimensional. Se ha expandido para abarcar mucho más que imágenes estáticas. Publicaciones interactivas y lanzamientos de colecciones se comparten en redes sociales, en múltiples formatos, todos ellos enfocados en cuerpos y lugares virtuales. El diseño de estos sistemas comunicación impacta en el consumo de la información y puede influenciar la forma en la que la moda se percibe y cobra vida.

Los medios impresos, con un tipo de mensaje en su mayoría unidireccional, contrastan con una comunicación interactiva que reclama simultaneidad y experiencia sensorial. Si bien todos los medios son interactivos a la hora de requerir acciones específicas (como pasar páginas de manera cuidadosa para no dañarlas), el usuario se ve sometido a unas demandas cognitivas y físicas diferentes y únicas, ya que los medios digitales tienen más autonomía para dar forma la información.

Así como la imprenta de Gutenberg proporcionó un nivel de acceso a la información completamente nuevo cuando la palabra impresa se hizo accesible para todos, ahora repetimos el proceso con estos nuevos sistemas de comunicación. Y con inyección de esteroides incluida.

Imagen 1: “El libro es una extensión del ojo…la ropa, una extensión de la piel…” – la teoría del medio de McLuhan explora cómo los elementos, la velocidad y la facilidad de la distribución de mensajes es importante para el funcionamiento general de la comunicación. Referencia: McLuhan, M. y Fiore, Q. 2001. The medium is the massage: an inventory of effects. Corte Madera, CA: Gingko Press.

Fomentar la individualidad y la velocidad. Atraer a la gente para que se rija por una moda, se comprometa con su ritmo y se adapte a sus necesidades; da lugar a una sociedad siempre lista para el cambio, en constante necesidad de transformación.

El recurrir a las pantallas para adquirir conocimiento, buscando qué comprar para lograr una determinada apariencia, nos hace estar más atentos a la publicidad que nos rodea. Según Brooke E. Duffy en “Remake, Remodel: Women's Magazines in the Digital Age” (“Rehacer, Remodelar: La Revista Femenina en la Era Digital”), damos a “me gusta”, comentamos, compartimos, buscamos y votamos en áreas designadas y de maneras que coinciden con los objetivos de los productores de contenido.

Como audiencia también comunicamos información sobre nosotros de manera visual, para mostrar nuestra individualidad.

Llamar la atención se convierte en moneda de cambio. Dedicar tiempo a hacer scroll, recopilando y filtrando información para seleccionar y crear una imagen de vida mediante un suministro continuo de fotos en las redes sociales, es una inversión. Publicar material cuidadosamente elaborado sobre uno mismo para el veredicto de otros es siempre un riesgo.

Se usan pertenencias para manifestar ideas, actitudes y valores; la ropa y los accesorios de moda se convierten en medios de expresión. Y dado que el diseño de medios actual promueve el hacerse oír, y nada atrae más que algo nunca visto, las nuevas tendencias se aceptan ahora con más rapidez. Comprar algo nuevo equivale a mantenerse “a la moda” y estar “bien encaminado” en la vida.

La rapidez en el ritmo de la moda también proviene de los medios digitales que respaldan a una audiencia que no está acostumbrada a esperar a una actualización que provenga de una revista a la que suscribirse de manera mensual. Como explican D. Bartlett, S. Cole y A. Rocamora en “Fashion Media: Past and Present” (“Medios en Moda: Pasado y Presente”), el régimen de imágenes digitales altera la forma en que las audiencias se conectan debido a una avalancha de pop-ups y notificaciones. La necesidad de caras nuevas, impulsada por la rápida sobreexposición de una disponibilidad de información 24/7 aumenta la competencia por la atención de unos espectadores cada vez más distraídos.

La abrumadora cantidad de datos acorta la capacidad de atención y reajusta visiones.

La supervivencia de la industria de la moda siempre ha dependido de un constante cambio de estilo, donde se cree que lo anterior debe ser reemplazado, colgando la etiqueta de “pasado de moda” cuando en realidad continúa siendo funcional. El rápido declive de las tendencias debido a la sobresaturación, el aburrimiento y la pérdida de exclusividad, ha resultado en unas expectativas más altas en el consumidor y una mayor complejidad en la industria de la moda donde las empresas usan las herramientas más avanzadas para rastrear y responder a los comportamientos. Un ritmo más acelerado, donde

el enfoque fundamental para mantener una posición lucrativa en un mercado cada vez más dinámico y exigente se basa en detectar, analizar, responder. Y vuelta a empezar.

Hay una sensación de saturación en la complejidad.

Ya no es solo la carga de información que se transmite, si no que los diversos medios en sí mismos agregan complejidad. Podemos optar por modificar imágenes digitales, pero la variedad de cámaras ya nos está haciéndolo por defecto. Los límites de la imagen corporal se desafían con diferentes filtros y herramientas. Las imágenes contrastan con la “realidad” sorprende que sea así. El escuchar “esto queda bien en la vida real, pero no da en cámara” es algo más que común. Confiar en reviews, influencers y, en general, opiniones, también suma a la complejidad y lo abrumador de la experiencia humana de hoy en día. Y así, la complejidad emergente allana el camino a la aspiración del minimalismo (atuendos e interiores monocromáticos, athleisure y sostenibilidad), y vincula al lujo la disponibilidad de ver, sentir y poseer menos.

A fin de cuentas, la moda ha cambiado tremendamente en las últimas décadas a medida que se expanden los límites en las formas de comunicación. La tecnología impacta la cultura y la cultura impacta al desarrollo tecnológico en una relación simbiótica. Se acorta el ciclo de vida de la moda, aumentando la velocidad, la capacidad de respuesta, la agilidad; desmitificando el proceso y añadiendo inclusividad, variedad, pero también complejidad. La comunicación en moda se ha transformado, pasando de imágenes fijas a elementos digitales interactivos que transmiten actitudes y valores propios de nuestro tiempo.

Con esta evolución constante en todo lo que atañe a lo digital, todavía no está claro a dónde se dirige este presente hiper-conectado. Al reconsiderar, retroceder, comprender y ganar perspectiva de lo que fue y lo que es, podemos dirigirnos con confianza a lo que será.

Así que, para y analiza: ¿qué mensaje estoy enviando, qué mensajes recibo, de qué manera lo hago? ¿Cómo afectan mis elecciones y qué estoy transmitiendo? Hora de experimentar. Hora de evolucionar.

Edición y traducción María D. Martínez