TERRITORIO Y PALABRA POÉTICA PARA UNA ARQUITECTURA EN FEMENINO.
Entrevista a Cazú Zegers
Texto de María D. Martinez
En 1912, la arquitecta estadounidense Marian Lucy Mahony, además de ser la segunda mujer que recibía su título de Arquitectura en el MIT, trazaba un nuevo concepto en la historia del urbanismo moderno junto con su marido Burley Griffin: el diseño de la ciudad de Canberra, capital de Australia, abanderando la idea de que una civilización moderna debe vivir en sintonía con la naturaleza. No es una sorpresa: los historiadores la dejaron fuera del proyecto a ojos del resto del mundo.
Ahora, el perfil de una arquitectura con valores y cualidades femeninas cobra sentido y se impulsa en la industria gracias a voces como la de Cazú Zegers. Filosofía, poesía, grandes dosis conceptuales, arte y sostenibilidad dan forma al conglomerado de pilares que sustentan el potente concepto arquitectónico de la chilena.
Retrato Cazú Zegers. Fotografía Pedro Quintana.
M. D.: EN 2016 SE TE OTORGABA MENCIÓN HONORÍFICA EN LOS PREMIOS ARCVISION QUE RECONOCEN A LA ARQUITECTURA DE EXCELENCIA EN MUJERES. SE LES LLEGÓ A DENOMINAR «LOS PRITZKER EN FEMENINO». ¿CREES QUE ES REALMENTE NECESARIA LA CREACIÓN DE UNOS PREMIOS ESPECÍFICOS PARA VALORAR EL PAPEL DE LA MUJER EN LA ARQUITECTURA?
C. Z.: La verdad es que no creo que deba existir una categoría distinta de arquitectura como arquitectura en femenino, ya que la arquitectura no tiene género. Pero sí creo que el premio ha hecho una labor notable en dar visibilidad a las mujeres en el campo de la arquitectura, y esto es muy valioso.
No puedo no mencionar la segunda carta de Arthur Rimbaud a su hermano en la obra Una temporada en el Infierno. Ahí subraya lo hostigado de los poetas de su tiempo, los que él considera que se han vendido al sistema y han abandonado su rol de hacerse «videntes» para abrir las puertas a lo desconocido que le toca a su tiempo. En ella dice que sólo existirán tales tipos de poetas cuando la mujer abandone el infinito servilismo al hombre y se libere de estas cadenas. Que ellas serán quienes darán paso a cosas insondables a las que ellos, los hombres, asistirán y también celebrarán.
Creo que ese tiempo ha llegado y es de emergencia para equilibrar el desarrollo humano, este afán competitivo, acumulativo y extractivo, que viene de los aspectos masculinos del ser. Por eso mismo necesitamos buscar un balance en la vida, aprender a sumarnos, dar contención, ser respetuoso, recuperar la sacralidad. Atributos que yo entiendo como propios de lo femenino, sin hablar de una oposición entre femenino y masculino, ya que en el ser no existe sexo, todos tenemos atributos femeninos y masculinos.
Es urgente reconectar y dar balance a ambos aspectos, ya que el planeta no resiste más de la otra forma. La especie humana se ha vuelto un virus para el planeta. Para mí la COVID es un anticuerpo de la tierra contra nuestra insensibilidad.
M. D.: SITÚAS TUS PROYECTOS Y VISIÓN DE LA ARQUITECTURA DENTRO DEL MARCO DE LA GEOPOÉTICA. ESTE CONCEPTO QUE ROZA LO FILOSÓFICO PUEDE PARECER DIFICIL DE ENTENDER A PRIORI. ¿CÓMO LO DESCRIBIRÍAS DE MANERA MÁS COLOQUIAL? ¿CUÁL ES EL OBJETIVO DE ESTA FORMA DE CREAR?
C. Z.: ¡La pregunta «directa al hueso»!
Geopoesía es un concepto creado por el escritor Keneth White en 1979. A mí el concepto me lo presentó un amigo arquitecto y colaborador: Juan Pablo Almarza. Pero, a su vez, ya había sido ampliamente desarrollado por mi maestro, el poeta Godofredo Iommi, uno de los fundadores de Amereida (Imágenes 1 y 2). Él se basaba en la célebre frase del poeta alemán Friedrich Höderling: «Pleno de méritos, pero es poéticamente como habita el hombre esta tierra» (VI, 25). Esta es también una de las frases que conforma una de las 5 palabras guía con las cuales el filósofo Martin Heidegger construye su ensayo Arte y poesía. En él habla sobre el origen de la obra de arte y el sentido que tiene el nombrar de forma poética.
Por tanto, de manera «más coloquial», para mí la célebre frase de Höderling habla sobre el potencial creador de todo ser humano. Todos traemos con nosotros esa condición creadora/espiritual, donde el nombrar le otorga «ser» a las cosas. La etimología de la palabra poesía proviene del griego mosaic, en latín poesis. En griego quiere decir cualidades de la acción del hacer, y se refiere a convertir pensamientos en materia. Para mí significa que, cuando uno nombra, le otorga «ser» a las cosas. Siguiendo esta línea de pensamiento, geopoesía se puede entender como el cruce entre territorio y palabra. En mi caso, entre territorio y palabra poética.
Imagen 1
Imagen 2
Imagen 1: Portada de Amereida, Volumen Primero, 15 mayo 1967. Fuente: Tesis de Amereida.
Imagen 2: Santiago del Estero, casa de Alberto Alba; Cuaderno de Alberto Cruz p. 18; Travesía de Amereida 1965. Fuente: Archivo Histórico José Vial Armstrong © Escuela de Arquitectura y Diseño, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
*Amereida, o la Eneida de América es un poema épico que reúne en su nombre el hallazgo de América y la aventura latina de la Eneida. Su origen se encuentra en el viaje realizado por un grupo de poetas, arquitectos, diseñadores, escultores, filósofos y artistas en 1965.
Al recorrer el continente americano desde Tierra del Fuego hacia Santa Cruz de la Sierra en Bolivia, se preguntaron por el sentido de América, para luego comprender y proponer en el poema de Amereida un modo de habitar y ser americanos. Para dar forma al libro se recopilaron textos diversos, anotaciones, poemas, cartas, recortes y dibujos del grupo que formó parte de la travesía.
M. D.: TU TESIS «HABITAR LEVE Y PRECARIO» SE CONVIERTE, EN TUS PROPIAS PALABRAS, EN UNA PROPUESTA DESDE LATINOAMÉRICA AL MUNDO. ¿QUÉ ESCONDE ESTE CONCEPTO? ¿QUÉ ES LO QUE LATINOAMÉRICA, Y CHILE EN CONCRETO, GRITA AL RESTO DEL MUNDO CON ESTA PROPOSICIÓN?
C. Z.: (Audio). El habitar leve y precario habla de una relación, es la forma en la que nos relacionamos y habitamos nuestro territorio y paisaje. A partir de la tesis de Amereida se plantea que América es un continente que «emerge como un regalo», porque Colón venía buscando las Indias y no lo reconoció como un nuevo continente.
Amereida es un poema épico fundacional en el que, emulando a la Eneida, nos llama a hacernos cargo de nuestro destino y construir una nueva cultura. Esto es para no seguir siendo imitadores de otras, o continuar con la nostalgia de la patria perdida, o buscar otro territorio donde «hacerse la América».
A esta llamada a la construcción de una nueva cultura, yo agrego: una cultura que habita casi sin dejar huella sobre el territorio. Porque «el territorio es a América lo que los monumentos son a Europa». Esta frase se me ocurrió en mi primera charla internacional, en el COARC de Barcelona, para el centenario de Gaudí.
El «habitar leve y precario» se crea a partir de habitar con lo que se tiene a mano, lo que generan los procesos locales, creando identidad asociada al territorio. En palabras del naturalista Sergio Elortegui, profesor de Andes Workshop, es un habitar Bio-geopoético.
Esta es una manera de construir en baja tecnología y con una alta experiencia vivencial, donde precario no significa pobre, sino virtuoso. Y leve porque frente a los grandes monumentos naturales uno se suma, no se impone. Esta postura era clarísima para los habitantes originarios de Latinoamérica. Por lo que, honestamente, creo que es la salvación de nuestro planeta el volver a este vínculo de balance entre hombre y medioambiente, con la tecnología al servicio del ser y no al revés, siendo tiranizados por ella.
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Audio: Escucha a Cazú Zegers hablar sobre su tesis «leve y precario» y cómo esta se convierte en una postura artística desde Latinoamérica hacia el mundo.
«Latinoamérica tiene algo que decirle al mundo». Dibujo de América Invertida. Fuente: Tesis de Amereida.
M. D.: SIGUIENDO EN ESTA LÍNEA, ¿NOS PODRÍAS CONTAR CÓMO SURGIÓ Y CUÁL ES EL OBJETIVO DEL PROYECTO DE LA FUNDACIÓN Y CENTRO DE ESTUDIOS GEOPOÉTICOS «OBSERVATORIO DE LASTARRIA» Y SU REFUNDACIÓN EN «FUNDACIÓN +1000»?
C. Z.: A principios de los años 80, mientras estudiaba Arquitectura, hice tres viajes en moto off road por Chile durante mis vacaciones. Fueron 3 años en los que recorrí Chile de extremo a extremo continental por la cordillera, el valle y la costa. En los 80, Chile era aún un país vernáculo, pre-desarrollo, antes de las centrales hidroeléctricas y la gran carretera que conectó la Patagonia con el resto de Chile continental. Esta experiencia de recorrer Chile con la precariedad de la moto off road –donde apenas se lleva una muda de ropa, una «carpa» (tienda de campaña), un par de bidones de «bencina» (gasolina) y ya– me permitió experimentar el territorio en el cuerpo. Siempre digo que se me metió en el cuerpo / yo soy territorio. Esto me dio una comprensión profunda de lo que es habitar en este lugar llamado Chile.
A principios del 2000, me tocó volver a la Patagonia continental y me abrumó ver la incapacidad que teníamos los chilenos de comprender el verdadero valor y la identidad de nuestro país. Esto me llevó a tratar de abrir los ojos de los líderes políticos, tratar de influir en las planificaciones territoriales. Sin embargo, era demasiado pronto para este concepto y mis ideas quedaban «dando bote» como una gran utopía. Ese sueño utópico heredado de Godo (mi maestro) era un: qué pasaría si dejamos Chile en el «subdesarrollo» para dedicarnos a crear una reserva natural para el planeta.
Este sueño me llevó a armar breves encuentros con amigos artistas y pensadores, quienes nos autonombramos «Las novedades de la punta del cerro» , por la cantidad de veces que, en palabras coloquiales, nos mandaron a la punta del cerro con nuestras ideas.
En esto estaba cuando un familiar mío, Álvaro Flaño Amado, quien recientemente había restaurado una casona de principios de siglo xx ubicada en Lastarrias (barrio fundacional y patrimonial de Santiago de Chile), me preguntó que qué se me ocurría hacer a mí con el lugar. Yo le conté sobre nuestro grupo y lo fascinante de que este pensamiento tuviera una «casa». En ese momento coincidimos con el cronista urbano Miguel Laborde y formamos la fundación «Observatorio de Lastarria» en el enclave de la Casa de Lastarrias. Miguel descubrió también que la casona del Observatorio fue creada por uno de los arquitectos pertenecientes al grupo de Los Diez, movimiento artístico de principios del siglo xx, inspirados en las mismas ideas de identidad que nos inspiraron a nosotros.
Y junto a este grupo de amigos colaboradores fundamos el observatorio con base en 3 preguntas: ¿qué es Chile?, ¿quiénes somos los chilenos?, ¿qué país queremos construir? Y la reflexión del Observatorio se haría en torno a la geopoesía (Imagen 3). La investigación sería cultural basándose en tres columnas vertebrales: territorio, poesía y los productos endémicos que nacen de esta relación (nosotros usamos el vino, por sus aspectos místico-espirituales, y nos parecía que era lo que mejor hablaba de esta relación identitaria). Estuvimos cinco años haciendo todo tipo de actividades culturales en torno a estas tres preguntas.
Imagen 3
Imagen 3: Boceto conceptual para la idea geopoética que sustenta el proyecto del «Observatorio de Lastarria». Fuente: Observatorio de Lastarria, boceto de Cazú Zegers.
En el 2010, decidimos dejar la Casa de Lastarrias por diferentes razones y cerramos este ciclo. Seguíamos operando con una oficina en mi estudio de arquitectura, pero ya no hacíamos eventos y a finales del 2012 decidimos dejar la fundación en pausa, hasta que llegara un nuevo espíritu.
Como anécdota, lo que pasó es que un día llegó Georges Amar, colaborador de Keneth White, y se sorprendió de que en Chile existiera un Centro de Estudios Geopoéticos, lo que nos conectó con el Institute of Geopoetics y con el mismo White.
El Institute of Geopoetics hacía un encuentro anual de todos los centros asociados, por lo que el 2014 me tocó participar con la charla Araucanía Capital City (el nombre fue idea de Miguel a propósito del trabajo que yo estaba llevando a cabo con comunidades indígenas de la región de Araucanía). Al hacer mi presentación, que fue extraordinariamente bien recibida, me di cuenta de que estaba enunciando el problema y que era necesario involucrarse y ponerse a trabajar bajo la premisa: «Si no te gusta el estado de las cosas, ponte a trabajar para crear mejores prácticas». Con este pensamiento estoy diciendo que todos somos actores y responsables de un lugar, comunidad, país, territorio, planeta. De aquí nacen después los proyectos de la Ruta Pehuenche en Araucanía, el Andes Workshop y, por último, el Santiago Capital Outdoor.
Con este último proyecto conocí al arquitecto/deportista Canuto Errazuriz, con quien decidimos –inspirados por su socio– hacer de este último proyecto una fundación para gestionarlo, y así es como la «Fundación Observatorio» se refundó en la actual «Fundación +1000», continuando y ampliando nuestra visión.
M. D.: ¿CUÁLES SON LOS PLANES DE FUTURO DEL ESTUDIO PARA SEGUIR CON LA REIVINDICACIÓN DE UNA ARQUITECTURA «AMABLE» CON EL MEDIO?
C. Z.: Estamos con toda la fuerza y hemos logrado armar un equipo ágil, colaborativo, transdisciplinar y leve como un «auto (coche) Tesla». Es decir, un equipo leve y precario pero altamente eficiente que nos permite trabajar de forma sostenible y libre.
Mi otro profesor, maestro y guía Alberto Cruz Covarrubias (co-fundador de Amereida y la Escuela de Arquitectura) decía que uno recién es arquitecto a los 20 años de ejercicio del oficio. Mi estudio hoy cumple 30 años de trayectoria y realmente es ahora cuando puedo contestar estas preguntas tan lúcidas con una mirada ampliada. Estamos gestionando muchos proyectos que abren nuevas maneras de hacer arquitectura, construir mundo y equilibrar.
Ahora estamos sumando un centro de investigación que hemos llamado Madera LAB, tomando el concepto del arquitecto inglés Alex de Ritchter, quien sostiene que la madera tecnificada es el nuevo hormigón y el material del siglo xxi por sus credenciales medioambientales, entre otros atributos.
M. D.: ¿LA APORTACIÓN DE QUÉ OTROS COMPAÑEROS ARQUITECTOS DESTACARÍAS? ¿ALGUNA VISIÓN QUE TE LLAME REALMENTE LA ATENCIÓN?
C. Z.: Uf, ¡difícil pregunta! Admiro a mucha gente, me nutro de muchos pensamientos, no quiero nombrar unos porque dejo otros fuera, pero todos tenemos algo que aportar y es por eso que aprendo de todos y de todas las disciplinas. Creo que el futuro está en la transdisciplinariedad y los sistemas colaborativos.
Intentando responder a la pregunta, pensamientos y obra que me han influenciado directamente serían: el pensamiento de Godofredo Iommi, Manuel Casanueva, la tesis de Amereida, Arte y poesía, Zaha Hadid, Paul Virilio, la física cuántica, la geometría sagrada, el pensamiento y obra de Lemi Ponifasio y, últimamente, Byung- Chul Han. La verdad es que aún estoy dejando fuera a muchos.
M. D.: PARA TERMINAR, ¿A CUÁL DE TODOS LOS PROYECTOS LANZADOS HASTA LA FECHA LE SIGUES GUARDANDO ESE CARIÑO MÁS ESPECIAL?
C. Z.: Tengo un amor especial por cada uno, porque cada uno ha sido un Prototipo en el Territorio (título bajo el que publiqué los proyectos con la editorial ARQ en 2008), que me ha permitido hacer esta reflexión profunda sobre el habitar y construir mundo.
Partiendo por mi primera casa, la Casa CALA (Imagen 4), a la que nombro como mi casa tesis, porque es ahí donde comencé creando con esta metodología del gesto, figura, forma. Para así lograr una obra original que dialoga con el espacio.
Las preguntas o el camino que se abrió con la Casa CALA concluye en el Hotel Tierra Patagonia (Imagen 5), como la tesis construida de todas estas ideas de la geopoética y del habitar un territorio de forma amorosa.
Imagen 4: La Casa CALA. Boceto Cazú Zegers | Fotografía Cristina Alemparte.
«Mi casa tesis es fruto de la observación, se cruza la forma y la palabra para crear un lenguaje del aquí, vernáculo, donde el desarme del galón tradicional es el deshoje de la flor. La casa se ubica en la parte más alta del terreno, entre el vacío del lago y la serenidad del campo ondulante».
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Imagen 5: Hotel Tierra Patagonia. Fotografía Addison Jones.
«El gesto del edificio surge de las formas que dibuja el viento, elemento natural característico de la zona. La forma busca no irrumpir en el paisaje metafísico del lugar, sino sumarse. La imagen del hotel es la de un antiguo fósil de algún animal prehistórico, varado en la orilla del lago.»
Luego, mi propia casa, la Casa SOPLO (Imagen 6 | 7), «hace la bisagra» a lo nuevo.
A día de hoy, y tras mi encuentro con el coreógrafo, bailarín y director teatral Lemi Ponifasio (con quien me tocó colaborar artísticamente), comprendí que la arquitectura es una conexión de sistemas en el espacio en torno a un «vacío» o un territorio.
Esto puede ser el vacío oscuro de un escenario, o el vacío que sostiene las partes de una vivienda, o el vacío en torno a un territorio, pero la arquitectura siempre nace de una relación. Una relación que generamos las personas, los vínculos y los actos a los que la arquitectura da cabida de forma material e inmaterial, desde una pequeña cabaña a un territorio como el contrafuerte cordillerano de Santiago. No se trata de armar un contenedor para habitarlo, sino de dar forma a partir de las relaciones con el espacio.
Imagen 7
Imagen 6: La Casa SOPLO. Boceto Cazú Zegers.
Imagen 7: La Casa SOPLO. Fotografía Isabel Fernández.
«El soplo no tiene puertas ni ventanas, sigue los relieves de un valle que ronda el cóndor. Los pasos crearon muros, estelas de lenguaje, nubes de hormigón que elevan la casa del Manquehue. Sus cristales cóncavos traen la ciudad a su estar. Vivienda ceñida al baile de Cazú, Clara y otros moradores, un arte femenino y democrático. Este es el valle de la liberación femenina, espacios flexibles, ensanche del alma sin muros ni restricciones.»